Al hablar del estado de nuestros bosques siempre acaba saliendo el tema de las especies alóctonas (introducidas) y las autóctonas (las propias del lugar), aunque es una discusión compleja, pues no hay un límite preciso para distinguir unas de otras. Pasa con los árboles, las plantas, pero sucede lo mismo con la fauna.
Uno de los ejemplos más claros es la gineta (Genetta genetta) un mamífero carnívoro de tamaño medio que pertenece a la familia de los vivérridos, y que mentalmente asociamos enseguida como fauna propia de los ecosistemas mediterráneos, donde tiene una importante labor dada su acción predadora sobre los roedores.
Y a pesar de ello, la gineta tiene su origen en el continente africano, aunque su introducción en la Península es algo más controvertida, pues se piensa que pudo ser introducida por los romanos como animal de compañía antes de la introducción en Europa de los gastos o como "herramienta" para el control de plagas.
En cualquier caso, nadie duda de la adaptación de este vistoso mamífero a nuestros montes, donde desarrolla sus excelentes habilidades cazadoras preferentemente de noche y en solitario, sirviéndose de su larga cola anillada (que puede alcanzar la misma longitud que el resto de su cuerpo) como elemento estabilizador en sus saltos de un árbol a otro en busca de presas.
Esta misma valoración sobre la adaptación e integración en nuestros ecosistemas de las especies introducidas puede extenderse a otras muchas especies, pues de nuevo los romanos, introdujeron los castaños en muchas zonas debido a que usaban la harina de castaña como base del rancho de sus tropas.
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